sábado, 30 de octubre de 2010

más consignas breves

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Darte piel y no caricias. Usarte el tacto para manosearle el pelo a la soledad. Fingir un delicioso deseo que me incite a lamerte el sexo, pero a humedecerte el orgullo. Soltarte gemidos disfrazados sobre la espalda. Regalarte un “mmm” de masajes en el odio. Y dibujar una vida de placer y candanga, mientras el orgasmo no es más que un arrebato de imaginación que me golpea con labios y besos y lenguas la ventana de esta mañana en la que la epístola no será más que una vacía sábana arrugada. Y una penetración que me vuelve débil la mujer, que me desnuda el cuerpo y los labios… pero no el alma, mi amor. Pensé que ya habías aprendido a bailar con este infierno.






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Se delineó la mirada. Se ruborizó la mejilla que nunca puso después de un golpe. Peinó sus pestañas con rímel proyectándolas al cielo. Se dibujó una fresa en la boca con el labial que selló tantas almohadas. Su mentón brilló como un tobogán a la luz de la luna y sus uñas se tiñeron de malbec. Así esperó a la muerte que por primera vez no sería blanca.




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