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Me interceptó el diablo en sus ojos
y yo dejé que me declaren la guerra
en su espalda sin paz
la noche siguió
sicodélica
obnubilándome en sus lunares
como joyas apagadas
incitándome a beber el veneno letal
de su cuello transpirado
y hacia el sur
su descarga a quemarropa
su ola rompiéndose en mi piedra nunca inmaculada
y la soledad anunciándose en la puerta
del suspiro que llega a su final
sábado, 6 de febrero de 2010
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