martes, 26 de mayo de 2009

llueve

.

Llueve.
Espero a que el olor me atraviese los poros,
me puntee la garganta.

La luz se escapa.
Amenaza con huir por las rendijas del asfalto
para llevarse consigo un mundo,
expectante.
Somos dos.

Disimulo.
Camino hasta que las rodillas me pesan y se doblan.
No quieren ser testigo de la danza con la que se presenta la completa oscuridad.
Ya no puedo levantarme
y ahora me llueve en las mejillas las ganas truncas de bailar con ella.


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